viernes, 13 de enero de 2017

Darnos cuenta de lo obvio, no siempre es fácil


“Si no tienes un Appel, no eres nadie….” ­– así me lo expresa Gemma, con humor y de broma, al entrar en mi restaurante favorito con mi Lenovo de baratija de Media Markt para sentarme en la hermosa barra en la que ya hay un par de currantes (o eso me parecen) con sus manzanitas brillantes en las tapas de sus portátiles…, y se supone que hago el ridículo…
Pero el mundo se mueve así, por los prejuicios propios y los de los demás. Y en el fondo el prejuicio es solo mío, porque, si me fijo, nadie me cuestiona (y si lo hace, es consciente de ello y disimula de maravilla). Total, si para lo que quiero me basta mi baratija…, ¿no soy yo el que tiene prejuicios y me siento inferior?
En estas situaciones es inevitable que nos veamos invadidos por varias emociones y sensaciones, la mayoría contradictorias y estúpidas. Sin darle muchas vueltas, a esto le llamamos el “darse cuenta”. Pero…, ¿de qué debemos darnos cuenta? Pues es muy sencillo: de lo obvio. No, de eso que piensas ahora, no... ¡Más obvio aún!
Hace unos días, con un cliente y aprovechando un tema sobre viajes en verano, le puse en tela de juicio una pregunta: ¿Por qué haces fotos? Evidentemente se quedó pensando y, tras unos segundos de intensa actividad neuronal, se explayó en justificaciones. Tras unas cuantas frases, a mi parecer bastante vacías, sobre “conservar la belleza” y “mantener recuerdos”, le pregunté ¿pero…, te miras las fotos con frecuencia? Y tuvo que confesar que no (como yo me respondí a mí mismo en su momento). Ahí están, guardadas en el PC, (igual que las mías).
Y es que la mayoría de las veces no disfrutamos de un viaje al 100% porque la mitad del tiempo nos la pasamos mirando el mundo a través de la mirilla o la pantalla LCD.
Volvamos a lo obvio: ¿para quién viajas? ¿por qué haces tantas fotos? ¿quién tiene que ver esas fotos? ¿familiares y amigos para que sufran de envidia? ¿por qué sí, porque es lo que se espera de ti? ¿porque si no haces fotos es que, quizás, no piensas en eres capaz de compartir tu experiencia? ¿y luego las subes al Facebook para compartirlas y regodearte (tómalo literalmente) ante los que han publicado las suyas, mejores o peores…, pero que en ningún caso quieres quedarte atrás? Estas son preguntas que te costará responder con total honestidad, lo sé. Porque la honestidad más auténtica no está de moda.
Algunos hacen fotos porque son fotógrafos profesionales o aficionados. Quedan perdonados. ¿Pero y el resto, los que no somos ni aficionados ni profesionales? No me voy a extender más con esta “obviedad”. No se trata más que de un ejemplo del darse cuenta, que puede incluso llegar más allá: ¿por qué nos vamos de viaje, además de cámara en ristre?
No pretendo dar una respuesta, pues cada uno tiene la suya. La finalidad es el darse cuenta. Volviendo a mi caso: ¿por qué voy a comer al restaurante donde hay tanto Appel? ¿Por qué me regalo por Navidad una Canon EOS superchula?. Y, de nuevo, no se trata de darme una respuesta inmediata, (que llegará). Se trata de poner en tela de juicio ciertas cosas que, por tan obvias que parecen, no parecen merecer ponerlas en tela de juicio. Y cuando lo hacemos, o conseguimos hacerlo, tampoco es para “cambiar” forzosamente un hábito.
Todo empieza por aceptarlo, darnos cuenta de lo que hacemos y por qué lo hacemos. Con solo saber que igual la motivación es distinta a la que dábamos por supuesta es suficiente. Nuestra mente asumirá esa realidad y cambiará poco a poco por sí sola. Seguiremos haciendo 1000 fotos, pero sabremos por qué…, y hasta puede ser más divertido…, y nos limitamos a solo 500.
Y así, con estos pequeños cambios de percepción, vamos cambiando también nuestra actitud. El carácter no cambia, pero podemos cambiar nuestra actitud ante el carácter. El objetivo, a fin y al cabo, es estar el máximo tiempo posible en el bienestar. Algo más que antes, al menos. En el caso de la fotografía es posible que ni nos demos cuenta de nuestro “malestar” al dedicar el 50% de nuestro tiempo a mirar el mundo tras una mirilla o una pantalla de LDC. En el caso de mi restaurante, ya lo pensaré, pero ya soy consciente de cuáles son mis necesidades al ir allí.
Si es o no malestar, y en qué medida, lo descubriremos cuando abramos nuestra mente a estas “preguntas obvias”, que obtienen su Oscar de Hollywood cuando las valoramos con todo el escepticismo que nuestra conciencia habitual pretende siempre evitar.
Las mil y una fotos durante un viaje las hacemos durante el camino hacia un destino. El destino está en el futuro y el camino es el aquí y el ahora. ¿Vamos realmente a sacrificar el camino en aras de un destino incierto? Piensa…: ¿Cuál es el destino de tanta fotografía? ¿Disfrutas de tus vacaciones cargado con 5 kg de material fotográfico? ¿Tienes que hacer fotos, o quieres hacer fotos? ¿Sí? ¿Seguro? Entonces enhorabuena, es lo que querías y lo has conseguido. ¿Que te das cuenta de que no? Pues piensa en ello. Es tu vida, tu camino, son tus vacaciones, tus vistas, tu gozada y tu disfrute. No pasa nada por conservar un recuerdo…, pero de ahí a sentirnos “responsables” de hacer un documental tipo National Geografic hay un tramo que, pensándolo bien, no tienes por qué recorrer.

PD: Se Me ha ido un poco la olla. Los Apple del restaurante y las fotos de viajes no casan mucho. Pero es que cuando dejo volar las musas, éstas hacen lo que quieren y procuro no intervenir mucho, que luego me doy cuenta de que me arrepiento. Pero me doy perfecta cuenta de mi divagación. Solo la quería compartir con vosotros, con todos sus defectos.