lunes, 7 de julio de 2014

Ser o no ser

¿Somos realmente auténticos? ¿Somos nosotros mismos o somos lo que los demás esperan que seamos? Unas pinceladas en ligero tono de humor para remover un poco nuestro autoconcepto.

Esta simple foto que encontré hoy en facebook me ha inspirado para volver a afilar neuronas y volcar aquí algunas ideas sobre quiénes somos, quienes creemos ser y quienes creemos que los demás esperan que seamos. Suena a trabalenguas, pero es así. 
Hoy apenas somos auténticamente nosotros. La gran mayoría de las personas se mueven por el mundo siendo lo que los demás esperan que seamos.
Nuestros mismos padres para empezar, pasando luego por nuestros profesores, nuestras amistades, nuestras parejas, nuestros jefes y colegas de trabajo… y a grandes rasgos nuestra sociedad. Una sociedad que nos “obliga” a tener una casa chula, un coche guays, ropa de marca, que pagamos a duras penas con un trabajo que en la mayoría de los casos ni nos gusta ni nos apetece, y que nos quita a veces tanto tiempo que no nos queda nada para disfrutar de esa casa, de ese coche ni de esa ropa.
Y ya me resuena de nuevo la famosa oración gestáltica de Fritz Perls: “Yo no estoy aquí para cumplir tus expectativas, ni tú estás aquí para cumplir las mías… amén”.
Nos buscamos una pareja que se acomode a lo conocido con papá y mamá, o a lo que espera determinada clase social. Nos esforzamos es conseguir la parejita y al final acabamos con cuatro hijos varones o cinco chicas para desesperación de los abuelos. Votamos lo que nos dice la tele que votemos, nos desodorizamos con AXE (y levantamos el brazo al pasar junto a la secretaria de recepción), amamos la carretera (es decir, la mirada de los demás) cuando nos desplazamos en BMW, y planchamos con esmero el cocodrilito del polo antes de salir de copas con los amigos… no vaya a ser que se note que es recortado del polo que te regalaron los suegros hace 10 años. Es decir: cumplir expectativas que, en el fondo, no son nuestras.
Pues sí, miramos nuestra sombra y la imaginación nos lleva hacia donde no estamos.  Nos induce a pensar que somos quienes no somos y nos obliga a esconder la angustia que comporta vivir la vida de nuestra sombra.
Y lo mejor (o peor) de todo es que, en el fondo, aquellos que ven más allá del lagarto y el BMW nos ven tal y como somos.

Iniciar un camino de autenticidad es iniciar nuestro propio camino, que no tiene por qué ser, ni suele ser, el camino marcado por la tele, la suegra, los padres o los compis.
Caminar por nuestro propio camino requiere valentía, pues es posible que durante un buen trecho caminemos solos. Pero solos no significa solitarios ni en soledad, pues en este camino conoceremos a una de las personas más importantes y más olvidadas de nuestra vida: nos conoceremos a nosotros mismos.

Desde allí es como nos relacionamos sin expectativas, sin prejuicios. Cuando nos valoramos y nos respetamos aprendemos a valorar y a respetar a los demás. Y es desde allí, desde ese respeto propio y mutuo, que el terapeuta acompaña a los que deciden buscarse a sí mismos y emprender el camino de la autenticidad. Cuando se cambia la forma de pensar cambiamos nuestras emociones, con ellas cambiamos entonces nuestra actitud; con una nueva actitud cambiamos nuestra vida y, con ella, nuestro destino.

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