Esta simple foto que encontré hoy en facebook me ha inspirado para
volver a afilar neuronas y volcar aquí algunas ideas sobre quiénes somos,
quienes creemos ser y quienes creemos que los demás esperan que seamos. Suena a
trabalenguas, pero es así.
Hoy apenas somos auténticamente nosotros. La gran mayoría
de las personas se mueven por el mundo siendo lo que los demás esperan que
seamos.
Nuestros mismos padres para empezar, pasando luego por nuestros
profesores, nuestras amistades, nuestras parejas, nuestros jefes y colegas de
trabajo… y a grandes rasgos nuestra sociedad. Una sociedad que nos “obliga” a
tener una casa chula, un coche guays, ropa de marca, que pagamos a duras penas
con un trabajo que en la mayoría de los casos ni nos gusta ni nos apetece, y
que nos quita a veces tanto tiempo que no nos queda nada para disfrutar de esa
casa, de ese coche ni de esa ropa.
Y ya me resuena de nuevo la famosa oración gestáltica de
Fritz Perls: “Yo no estoy aquí para cumplir tus expectativas, ni tú estás aquí
para cumplir las mías… amén”.
Nos buscamos una pareja que se acomode a lo conocido con papá
y mamá, o a lo que espera determinada clase social. Nos esforzamos es conseguir
la parejita y al final acabamos con cuatro hijos varones o cinco chicas para
desesperación de los abuelos. Votamos lo que nos dice la tele que votemos, nos
desodorizamos con AXE (y levantamos el brazo al pasar junto a la secretaria de
recepción), amamos la carretera (es decir, la mirada de los demás) cuando nos
desplazamos en BMW, y planchamos con esmero el cocodrilito del polo antes de
salir de copas con los amigos… no vaya a ser que se note que es recortado del
polo que te regalaron los suegros hace 10 años. Es decir: cumplir expectativas
que, en el fondo, no son nuestras.
Pues sí, miramos nuestra sombra y la imaginación nos lleva
hacia donde no estamos. Nos induce a
pensar que somos quienes no somos y nos obliga a esconder la angustia que
comporta vivir la vida de nuestra sombra.
Y lo mejor (o peor) de todo es que, en el fondo, aquellos que
ven más allá del lagarto y el BMW nos ven tal y como somos.
Iniciar un camino de autenticidad es iniciar nuestro propio
camino, que no tiene por qué ser, ni suele ser, el camino marcado por la tele,
la suegra, los padres o los compis.
Caminar por nuestro propio camino requiere valentía, pues es
posible que durante un buen trecho caminemos solos. Pero solos no significa
solitarios ni en soledad, pues en este camino conoceremos a una de las personas
más importantes y más olvidadas de nuestra vida: nos conoceremos a nosotros
mismos.
Desde allí es como nos relacionamos sin expectativas, sin
prejuicios. Cuando nos valoramos y nos respetamos aprendemos a valorar y a
respetar a los demás. Y es desde allí, desde ese respeto propio y mutuo, que el
terapeuta acompaña a los que deciden buscarse a sí mismos y emprender el
camino de la autenticidad. Cuando se cambia la forma de pensar cambiamos
nuestras emociones, con ellas cambiamos entonces nuestra actitud; con una nueva
actitud cambiamos nuestra vida y, con ella, nuestro destino.
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