lunes, 12 de mayo de 2014

El Presente

El Presente, del latín praesens, estar presente (prae-, ante(s) + esse, ser/estar).
Parece simple y comprensible, pero como lingüista germanófilo indago un poco más y me llama mucho la atención el hecho de que el término en alemán “Gegenwart” procede de la raíz “gegen” (contra) y del verbo “werden” (pasar a, convertirse en). Originalmente en alemán significaba la presencia inmediata del enemigo y la confrontación con él.
Y me pregunto si no es acertado de por sí considerar que el presente, aunque nuestro término provenga del latín, también significa una “confrontación con lo que se nos pone delante”, según la etimología germánica.
Con Sigmund Freud, la psicoterapia tenía una clara orientación hacia el pasado: era importante descubrir las causas de nuestras neuras, ubicadas más que probablemente en nuestra más tierna infancia. Alfred Adler, por el contrario, se centraba en el futuro, considerando que allí es donde la terapia nos lleva, donde tendremos que apañarnos con nuestra vida.
La Terapia Gestalt se opone en cierta manera a ambos al establecer el lema del “Aquí y ahora”. Pues el presente (donde nos “confrontamos con lo que tenemos delante”) es el único momento, el único punto, en el que se pueden tomar decisiones. El ser humano sólo tiene influencia en su vida en el instante en que vive, en el presente. Muchas personas se aferran al pasado con un “qué bien vivíamos antes” y con un “si entonces hubiera pasado esto o lo otro ahora las cosas serían diferentes”. Con ello sólo nos hacemos “incapaces” de dominar el presente. Lo damos por hecho, sentenciado y enterrado.
Y también aquellos que ponen su mirada en el futuro evitan actuar en el momento del ahora. “Algún día todo me irá mejor”, “Cuando consiga esto todo irá bien”, “Cuando encuentre mi media naranja seré feliz”,…
Sólo quien es plenamente consciente de lo que sucede a su alrededor y de lo que le sucede dentro de sí mismo dispone de la información necesaria para marcar el rumbo de sus pasos siguientes. No obstante, el pasado es importante en la medida en que lo recordamos hoy. Si el pasado nos molesta hoy es porque tenemos “gestalts inconclusas” (temas sin cerrar) en el presente. Por ejemplo en una situación de duelo: no es el suceso que pasó lo que importa en la Gestalt, sino el hecho de que ese duelo aún no ha podido cerrarse hoy. No nos importa tanto por qué estamos de duelo, sino cómo lo estamos viviendo hoy, aquí y ahora. Y el futuro también tiene su sentido mientras se mantenga relacionado con el presente. El futuro es el objetivo hacia el que orienta nuestra planificación actual. Como el futuro no existe aún, es totalmente incierto. Si basamos nuestras actividades en el presente sólo orientadas a un futuro incierto, estaremos expuestos a las expectativas positivas o negativas en las que no podemos ejercer influencia alguna.
El presente sólo existe ahora. Si lo negamos o ignoramos nos apartaremos de la calidad de vida que nos ofrece la realidad. Volviendo al tema del duelo: una persona puede elegir entre describir la tristeza de la muerte de su madre sin entrar en el tiempo. Es decir que hablará sobre sentimientos y emociones, ideas e intenciones…, de las esperanzas de que es consciente. Pero también podría elegir referirse al tiempo, diciendo lo triste que está aún por la muerte de su madre hace dos años, o porque teme que se morirá dentro de un par años. Los detalles de nuestra vida se enmarcan o en una dimensión temporal o en una dimensión espacial. Hay acontecimientos que suceden en el tiempo, pero de hecho no hay tiempo en sí. Sólo existe el ahora y es en este ahora en el que la terapia Gestalt actúa. Cómo vives esto ahora, que te mueve esto ahora. Sólo en el ahora, en el presente, podemos actuar y lograr un cambio en el “cómo”. No podemos cambiar el dolor sufrido por la muerte de una madre, por una separación, por la pérdida de un trabajo, como tampoco podemos prever el dolor de una frustración, de un objetivo deseado y no alcanzado, o de una expectativa de pareja en el futuro…, simplemente porque aún no existen. Pero sí podemos influir en nuestra actitud llegado el caso, si somos conscientes de lo que somos hoy, de dónde estamos, cómo nos movemos, cómo hablamos, cómo juzgamos a los demás…, y sobre todo cómo nos juzgamos a nosotros mismos (quizás la parte más importante de un proceso terapéutico).


Próxima entrada: Nuestras proyecciones.

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