La interpretación de los sueños suena a quimeras
alquímicas o a noctámbulos y alevosos programas televisivos de relleno a
las tres de la madrugada, con adivinos, quirománticos y ectoplasmas publicitarios
para los insomnes.
Sin embargo, en la terapia Gestalt se utilizan los sueños
como fuente de información del inconsciente. Está científicamente demostrado
que los sueños son un ejercicio de compensación de nuestra mente para procesar
y reordenar la actividad cognitiva que hemos tenido durante la vigilia. Sin los
sueños, la conciencia se embota. El descanso nocturno no sólo es necesario para
reponer fuerzas físicas sino también psíquicas. ¿Y cómo se lleva a cabo esta
compensación?
Mientras dormimos, nuestro “consciente” baja la guardia y
nuestro inconsciente puede campar más a sus anchas. Por raro y sorprendente que
nos parezca, nuestro inconsciente nos conoce mejor que nosotros a nosotros
mismos. Toma imágenes almacenadas en los recuerdos, las mezcla con ideas
abstractas, introduce algún elemento vivido justo la misma tarde antes, para “decorar”,
y nos explica una historia complicada, inverosímil, a veces angustiante… y a
veces terrorífica (las consabidas pesadillas). Y esta película que nos presenta
el inconsciente es un mensaje cifrado, metafórico, que nos habla de nuestras
necesidades, nuestros anhelos, nuestros miedos más profundos y nuestras neuras,
más ancladas en nuestro organismo de lo que podíamos suponer.
En la terapia Gestalt no se “interpretan” los sueños, y menos
con ayuda de libros en los que se establecen paralelismos entre símbolos y supuestos significados.
En la Gestalt se trabaja con ellos como en una sesión terapéutica, se “traducen”
acompañando al soñante en el descubrimiento de ese mensaje oculto a través de
asociaciones, emociones, imágenes y sentimientos. Y tampoco se encasillan
dentro de lo racional, pues está demostrado que hay sueños que pueden ser incluso
premonitorios.
Aunque los símbolos que aparecen en los sueños (por ejemplo,
un caballo blanco, o un río caudaloso) dependen mucho de la emoción que
suscitan en el soñante, sí que existe una cierta relación con arquetipos
ancestrales. Por ejemplo, se suele relacionar mucho el agua con las emociones.
El caballo (o cualquier otro animal) con nuestra parte más instintiva, etc. No
obstante, los terapeutas no sacamos conclusiones. Es el soñante que nota cómo
se van relacionando estas imágenes oníricas con sus propias emociones.
Los terapeutas podemos, con cierto “entrenamiento”, autoanalizar
nuestros propios sueños, aunque no hay nada como el acompañamiento terapéutico
por parte de un experto, pues como cualquier mortal, también podemos “pasar por
alto” determinados mensajes (y entrecomillo “pasar por alto” porque no es un
despiste cualquiera, sino la conciencia que decide que eso… mejor lo dejamos de
lado y vamos a por lo facilillo…).
Cuando recordamos un sueño consideramos que la conciencia “lo
deja pasar” porque ya estamos preparados para descubrir, comprender e integrar
su mensaje. Muchas veces nos despertamos y pensamos que no hemos soñado nada. Sí
que hemos soñado, y varias veces durante la noche; sólo que al despertarnos se
activa un filtro que borra esos mensajes, porque probablemente no estemos aún
preparados para entenderlos.
Para trabajar un sueño hay que experimentarlo en presente y en
primera persona, hay que escenificarlo parándonos en las distintas escenas por
las que transcurre. Todo el contenido del sueño tiene su mensaje: las personas,
los objetos, las formas, las voces,… todos son proyecciones nuestras que, de
forma encubierta, nos envían un mensaje. A medida que vamos entrando en el
sueño analizamos la estructura de las distintas escenas (suelen ser tres) que
dividimos cada una en los capítulos de localización, intriga y desenlace.
Podemos centrarnos en un solo objeto o una sola persona, o trabajar lentamente
varias situaciones del sueño. Y con sólo ver lo que se anota en esta tabla de
tres escenas por tres capítulos ya nos comienza a dar una pista importante
sobre el mensaje oculto.
A medida que revivimos el sueño con los ojos cerrados y experimentándolo
en el presente, vamos percibiendo las emociones que nos provocan, vamos
estableciendo relaciones y, bien guiados, podemos alcanzar algún punto nuclear
de nuestra, así llamada, “neura”.
Los
trabajos con sueños son una herramienta muy eficaz para complementar una
terapia. Nos abren nuevas posibilidades y nos desvelan rincones del
inconsciente que nos avisan sobre temas pendientes. La creatividad oculta del
inconsciente humano es, sin lugar a dudas, mucho más sorprendente de lo que
conscientemente podamos creer.
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