domingo, 13 de abril de 2014

La frustración

“¡Caramba. Esto no es lo que yo había pedido!”
 “¡Ostras, se me ha quemado la pizza!”
“¡Vaya, ya no me quedan cervezas en la nevera y es domingo!”
"¡Ya no quedan habitaciones en el hotel al que queríamos ir!"
"¡He perdido el tren y me tengo que esperar al siguiente!"
"¡Con las ganas que tenía de pasear por la montaña y se pone a llover!"

Este tipo de frustraciones son el pan nuestro de cada día. Forman parte de nuestra vida. Son expectativas, futurizaciones que hemos elucubrado o planificado en nuestra mente y nos acompañan permanentemente.

Pero hay otras frustraciones de mayor peso que nos causan mucha angustia:
"¡He invertido todos mis ahorros en un negocio que no funciona!"
"Creía haberme casado con el hombre/la mujer de mis sueños y resulta ser el/la de mis pesadillas!",
Hay frustraciones, como las primeras que menciono, que no dependen tanto de nosotros. Pero las que sí dependen de nuestros proyectos, nuestras expectativas y nuestros deseos, no son más que la consecuencia de haber sobrepasado nuestros límites. Y al traspasarlos nos sobreviene la angustia. ¿Y qué es la angustia? La angustia es la brecha entre el ahora y el después. Es el bloqueo de la excitación de ese proyecto, que queda, así, estancada y puede llegar hasta a hacernos enfermar. Nos sobreviene porque habíamos puesto demasiada energía en un proyecto de futuro, confiando demasiado en que se cumplirían nuestras expectativas.
Cuando una frustración nos produce angustia, ésta aumentará si nos hundimos en la sensación de fracaso. Se multiplicará mientras no cambiemos la forma de considerar la situación: las cosas son lo que son…, ¿Qué puedo aprender de ello? ¿Qué actitud me resultará más útil? Se trata de re-conocer en el momento presente la necesidad que ha quedado insatisfecha, descubrir cómo hemos llegado a ese impasse y asumir la lección que podemos extraer de ello. Porque, en el fondo, lo pasado, pasado está, es inamovible e inalterable. Y el futuro no existe aún y dependerá de nuestra actitud ante dicha frustración, de cómo la asimilamos: quizás sea hora de re-pensarse cuáles son nuestros límites, a qué hemos dado preferencia y qué hemos dejado de lado. Sobre todo, qué tipo de energía le quiero poner a lo que viene ahora. ¿Me dejo arrastrar por la angustia y me quejo, me recluyo y me desespero? ¿O encaro la situación con serenidad pues hay lo que hay, tomo conciencia de todo lo positivo que me puede aportar y aprendo a no tropezar con la misma piedra?

Probablemente no te hayas preparado lo suficiente para ese nuevo proyecto, o has confiado demasiado en la suerte. Probablemente te emparejaste con unas expectativas que tu pareja no podía cumplir. 
Desfallecer y lamentarse no es, sin duda, la solución. 
Toda frustración marca un nuevo punto de inicio, una nueva bifurcación en nuestro camino por la vida; y aunque la vida sea corta y sólo haya una…. ¡por suerte es muy ancha!

martes, 1 de abril de 2014

El trabajo con sueños en la Gestalt


La interpretación de los sueños suena a quimeras alquímicas o a noctámbulos y alevosos programas televisivos de relleno a las tres de la madrugada, con adivinos, quirománticos y ectoplasmas publicitarios para los insomnes.

Sin embargo, en la terapia Gestalt se utilizan los sueños como fuente de información del inconsciente. Está científicamente demostrado que los sueños son un ejercicio de compensación de nuestra mente para procesar y reordenar la actividad cognitiva que hemos tenido durante la vigilia. Sin los sueños, la conciencia se embota. El descanso nocturno no sólo es necesario para reponer fuerzas físicas sino también psíquicas. ¿Y cómo se lleva a cabo esta compensación?

Mientras dormimos, nuestro “consciente” baja la guardia y nuestro inconsciente puede campar más a sus anchas. Por raro y sorprendente que nos parezca, nuestro inconsciente nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismos. Toma imágenes almacenadas en los recuerdos, las mezcla con ideas abstractas, introduce algún elemento vivido justo la misma tarde antes, para “decorar”, y nos explica una historia complicada, inverosímil, a veces angustiante… y a veces terrorífica (las consabidas pesadillas). Y esta película que nos presenta el inconsciente es un mensaje cifrado, metafórico, que nos habla de nuestras necesidades, nuestros anhelos, nuestros miedos más profundos y nuestras neuras, más ancladas en nuestro organismo de lo que podíamos suponer.

En la terapia Gestalt no se “interpretan” los sueños, y menos con ayuda de libros en los que se establecen paralelismos entre símbolos y supuestos significados. En la Gestalt se trabaja con ellos como en una sesión terapéutica, se “traducen” acompañando al soñante en el descubrimiento de ese mensaje oculto a través de asociaciones, emociones, imágenes y sentimientos. Y tampoco se encasillan dentro de lo racional, pues está demostrado que hay sueños que pueden ser incluso premonitorios.

Aunque los símbolos que aparecen en los sueños (por ejemplo, un caballo blanco, o un río caudaloso) dependen mucho de la emoción que suscitan en el soñante, sí que existe una cierta relación con arquetipos ancestrales. Por ejemplo, se suele relacionar mucho el agua con las emociones. El caballo (o cualquier otro animal) con nuestra parte más instintiva, etc. No obstante, los terapeutas no sacamos conclusiones. Es el soñante que nota cómo se van relacionando estas imágenes oníricas con sus propias emociones.

Los terapeutas podemos, con cierto “entrenamiento”, autoanalizar nuestros propios sueños, aunque no hay nada como el acompañamiento terapéutico por parte de un experto, pues como cualquier mortal, también podemos “pasar por alto” determinados mensajes (y entrecomillo “pasar por alto” porque no es un despiste cualquiera, sino la conciencia que decide que eso… mejor lo dejamos de lado y vamos a por lo facilillo…).

Cuando recordamos un sueño consideramos que la conciencia “lo deja pasar” porque ya estamos preparados para descubrir, comprender e integrar su mensaje. Muchas veces nos despertamos y pensamos que no hemos soñado nada. Sí que hemos soñado, y varias veces durante la noche; sólo que al despertarnos se activa un filtro que borra esos mensajes, porque probablemente no estemos aún preparados para entenderlos.

Para trabajar un sueño hay que experimentarlo en presente y en primera persona, hay que escenificarlo parándonos en las distintas escenas por las que transcurre. Todo el contenido del sueño tiene su mensaje: las personas, los objetos, las formas, las voces,… todos son proyecciones nuestras que, de forma encubierta, nos envían un mensaje. A medida que vamos entrando en el sueño analizamos la estructura de las distintas escenas (suelen ser tres) que dividimos cada una en los capítulos de localización, intriga y desenlace. Podemos centrarnos en un solo objeto o una sola persona, o trabajar lentamente varias situaciones del sueño. Y con sólo ver lo que se anota en esta tabla de tres escenas por tres capítulos ya nos comienza a dar una pista importante sobre el mensaje oculto.

A medida que revivimos el sueño con los ojos cerrados y experimentándolo en el presente, vamos percibiendo las emociones que nos provocan, vamos estableciendo relaciones y, bien guiados, podemos alcanzar algún punto nuclear de nuestra, así llamada, “neura”. 

Los trabajos con sueños son una herramienta muy eficaz para complementar una terapia. Nos abren nuevas posibilidades y nos desvelan rincones del inconsciente que nos avisan sobre temas pendientes. La creatividad oculta del inconsciente humano es, sin lugar a dudas, mucho más sorprendente de lo que conscientemente podamos creer.